Cómo lograr que nuestros propósitos de año nuevo se cumplan

propósitos de año nuevo

Lograr nuestros propósitos de año nuevo, ¿Existe algún método?

Cada año por estas fechas empezamos a oír o plantearnos aquello tan repetido que son los propósitos de Año Nuevo y, cada año, pero unas semanas después, todo sigue más o menos como venía sucediendo, nos olvidamos de ellos o pensamos que nos vinimos muy arriba a la hora de planteárnoslos. Puede ser. Pero también puede ser cuestión de cómo enfocamos estos propósitos y aquí es donde la Psicología nos puede ayudar a lograrlos.

¿Cuestión de motivación? No, cuestión de enfoque

La motivación es un factor clave para la consecución de objetivos, pero en función de éstos, será mayor o menor. En este último caso es evidente que costará más, pero no por ello es imposible y he de abandonarlos. (Sucede en la mayoria de los propósitos de año nuevo.) Seguramente puedas recordar muchos logros que alcanzaste a pesar de que la motivación no era alta, por lo que debemos dejar de autoconvencernos de que sin ella no conseguiremos lo que nos planteamos.

El enfoque que aquí planteo se basa en el modelo transteórico de Prochaska y DiClemente, en el que se identifican una serie de fases o estadios para la consecución de un cambio.

Un cambio puede ser dejar de fumar, hacer deporte, aprender algo nuevo, relacionarme de otro modo con determinadas personas, aprovechar más el tiempo libre… No es un suceso puntual y aislado de lo que me pasa, es un proceso requiere esfuerzo e información.

El modelo se basa en que para afianzar una nueva forma de comportarse hay que pasar por una serie de etapas a lo largo del proceso de cambio. En cada una de las etapas se llevarán a cabo estrategias que nos permitirán avanzar a la siguiente.

Fase de precontemplación

La primera de ellas es la de precontemplacción. En ella todavía no hay conciencia de necesidad de cambio. Aparentemente, no hay sensación de malestar, ya que no siempre que se busca un cambio es debido a que no me encuentro bien en algún área de mi vida; pero sí puede haber sensación de que se podría estar mejor de “otro modo”, aunque no se sepa cuál en este momento. Una forma útil para darme cuenta si necesito hacer algún cambio es ser más observador y plantearme preguntas orientadas a cómo me gustaría sentirme o estar en un futuro, a las cosas que me motivan, ilusionan, y relacionarlo con cómo estoy ahora.

Gracias a este análisis podré detectar cuáles son mis necesidades y entonces hablaremos de la etapa de contemplación. En este momento sí pensamos en la posibilidad de hacer alguna modificación en nuestra vida o forma de comportarnos, aunque no esté muy definida. Aquí nos puede ayudar añadir a las estrategias de la fase anterior la búsqueda de información, observar o moverme en entornos diferentes donde ese cambio esté afianzado, por ejemplo, en otras personas, o me permita observarme en nuevas situaciones.

Si de este proceso la información que obtengo la puedo visualizar en mi propia situación, entonces pasaremos a la etapa de preparación. En ella comenzamos a hacer pequeños cambios, lo que favorecerá que detectemos las barreras que nos impiden avanzar y podamos plantearnos cómo superarlas, bien modificando cómo nos comportamos o relacionados, o también buscando ayuda externa.

Fase de acción

Conseguido esto, nos encontraremos en la fase de acción, en la que ya hay cambios en la forma de comportarnos, sentirnos o entornos que frecuentamos. Aunque esto parezca que marcha bien, no podemos bajar la guardia, ya que el exceso de confianza puede hacer que abandonemos todo lo conseguido. Esta etapa es la que requiere más tiempo y cuando nuestros esfuerzos, ya entrenados, han de prolongarse más allá de los seis meses según estos autores, para poder pasar a la última fase: mantenimiento, que también tiene su trabajo. Mantener y observar un cambio en el tiempo permite detectar obstáculos y desplegar nuevas estrategias para enfrentarlos, con el fin de seguir apostando por encontrarnos bien.

Prochaska y DiClemente no se olvidaron de las recaídas, de hecho, las incluyen como una posible etapa posterior. Volver o abandonar un nuevo hábito, ¿implica que volvemos a partir de 0? Si lo vivimos como una traición a nosotros mismos, como debilidad, falta de capacidad o fracaso, el malestar emocional que esto generará no favorecerá que lo percibamos desde el punto de vista contrario: otro obstáculo a sortear. Que lleve 6 meses sin fumar y una noche, de fiesta, fume un cigarro, ¿implica que he de abandonarme al tabaco como anteriormente? ¿Puedo decidir al día siguiente no comprar un paquete?

Cambiar una dinámica o un hábito.

Cuando una persona decide acudir a terapia psicológica es porque ya ha pasado por las dos  o tres primeras etapas. En la terapia, se generan estrategias para la preparación y acción, no obstante, aquí os dejamos algunos consejos para tratar de comenzar por uno mismo:

  1. Plantearme lo que quiero conseguir o cambiar. Para esto, conviene aclarar algunos malentendidos si de lo que hablamos es de nuevas aficiones que queramos introducir en nuestra vida. Las aficiones son eso, aficiones no obligaciones. Como dice la RAE en su cuarta acepción: es una “actividad que se realiza habitualmente y por gusto en ratos de ocio”. Cuando nos obligamos a hacer algo, aunque sea con gusto, puede resultar tedioso y frustrante. La sociedad actual nos ha metido en una dinámica muy competitiva y parece que todo lo que hacemos lo tenemos que hacer a la perfección. Preguntarme: ¿por qué lo hago?, ¿por diversión?, ¿para lograr algún nivel?, etc.
  2. Lo mejor es operativizar el cambio, es decir, descomponerlo en subojetivos o conductas específicas. Por ejemplo, para hacer deporte he de organizarme la semana para tener dos tardes libres, para aprovechar más el tiempo libre he de ver cómo lo distribuyo en general y qué cosas podría hacer que me resultasen adecuadas para esos momentos…
  3. Se realista: posiblemente te motive apuntarte al gimnasio, aprender o perfeccionar un idioma o tocar un instrumento, pero no tenemos en cuenta la exigencia o dedicación que requieren.
  4. No te propongas muchos. Mejor pocos: uno o dos, en función del nivel de dificultad y “ya si eso” a finales del próximo año te planteas otros.

Ahora bien, todo esto surge por las fechas en las que nos encontramos, pero no tienes que esperar a ningún 1 de Enero para plantearte cambios o propósitos de año nuevo. Ya tienes la información o por lo menos dónde encontrarla, ahora hay que cambiar de estadio.

Créditos de la imagen: Leonard Von Bibra on Unsplash