Los pilares de la felicidad

Más inconsciente que conscientemente, todos hemos crecido bajo el supuesto de que para tener una vida plena en ella tiene que haber tres elementos clave: el amor, la familia y el trabajo, no los mismos que se nombran en la famosa canción, pero casi.

Y es cierto que son factores muy importantes siempre y cuando sean beneficiosos, pero no son, ni deberían ser, los únicos pilares sobre los que sostener nuestra felicidad.

Siguiendo el orden en el que los he enumerado, veamos cómo la expectativa de que sea un pilar a toda costa nos puede perjudicar:

El AMOR. En un artículo anterior ya nos centramos en explicar sus componentes principales y cómo trabajar sobre ellos para fortalecerlo.

Más allá de la teoría, para explicar el amor como pilar hay que reparar en las sensaciones que genera y, ¡qué bonito cuando va bien!, las mariposillas en el estómago, el querer pasar todo el tiempo juntos, tener a la otra persona en nuestra mente constantemente. Pero el amor va mucho más allá que esas sensaciones tan deseables, pues no estarán en todas las etapas de una relación.

Sí, una relación de pareja se compone de mucho más que de quererse. También comunicación, comprensión, complicidad, negociación, afrontamiento de los obstáculos que pueden dañarlo, tener un proyecto compartido… Si en vez de tener en cuenta esta complejidad lo confundimos con las sensaciones propias del enamoramiento, podemos desilusionarnos cuando no estén.

En cuanto a las creencias que giran en torno a este pilar, el cine puede ser el reflejo o incluso puede que la causa de que tengamos algunas no muy ajustadas a la realidad. Muchas películas románticas finalizan con la boda o la consolidación de la relación y a partir de ahí, “comieron perdices”. Ya no nos muestran nada más, así que damos por hecho que todo les irá genial. Esto puede hacernos entender equivocadamente que ese es el fin del esfuerzo en una relación y de que, además, será eterno.

En el sufrimiento que deriva de centrar nuestras expectativas en este pilar contribuyen cuatro mitos, los llamados “mitos románticos del amor”, que son los siguientes:

(1) Hay una persona en el mundo que está hecha para ti, que te completa. Tu media naranja, vamos. (2) Si la encuentras, habrás tenido una suerte asombrosa. (3) Además, todo será fácil y bonito. Y, por último, (4) será para siempre.

Ser conscientes de que los mitos son ficciones creadas y no dogmas nos hace más libres de tomar decisiones y de aceptar las equivocaciones, errores o pérdidas como experiencias de las que se aprende y no como fracasos.

De mi crítica a estos mitos se desprende que no hay una única forma de relación correcta. Hay quienes mantienen una relación para toda la vida, otros quienes tienen varias relaciones estables, una sola relación que termina y ninguna más o no tienen ninguna relación… No puede determinarse que cualquiera de estas posibilidades, y muchas más existentes, sea la correcta salvo que genere malestar a la persona, en ese caso es donde el trabajo psicológico nos ayuda a reconciliarnos con nuestra forma de relacionarnos y nos aporta herramientas personales para la gestión de nuestras emociones.

En cuando a la FAMILIA, se la considera una fuente de apoyo máxima, esas personas que están ahí de forma incondicional, sin juzgar y facilitando nuestro desarrollo personal. Este concepto de familia puede chocar con otras realidades, ya que no siempre es así, y para evitar frustrarnos, sentirnos solos o incomprendidos, aceptar cómo es la familia nos hace dejar de luchar por ese ideal, así como responsabilizarnos de nuestro propio bienestar o buscar otras fuentes de apoyo más gratificantes, si sentimos que así lo necesitamos.

Un aspecto clave para esta aceptación es reconocer que no hay verdades absolutas, y menos en familia, donde a pesar de habernos desarrollado en el mismo sistema, cada persona crea su individualidad con su propia forma de haber integrado las experiencias vividas dentro y fuera de ella.

El tercer pilar, el TRABAJO, es una fuente de definición personal y social muy importante. Cuando hablamos de nosotros, nos presentamos a alguien, por ejemplo, decimos nuestro nombre y poco tarda en aparecer la profesión como descripción personal. Como he comentado antes, esto no puede considerarse negativo, sería la escasez de definiciones la que podría perjudicarnos, ya que esto está estrechamente ligado a nuestra autoestima.

Haz una cosa, vuelve a la explicación de los mitos sobre el amor y sustituye la palabra persona por trabajo. Salvo por lo de media naranja, no desentona mucho, ¿verdad? Pues sí, esos mitos también se pueden generalizar al trabajo y conllevar el mismo nivel de sufrimiento si no seguimos sus pasos.

Imaginemos entonces que nuestra felicidad es una plataforma sobre la que caminamos, y que se sostiene firme sobre estos tres pilares. ¿Se tambaleará si uno de esos pilares desaparece?, ¿y si lo hacen dos?, ¿y los tres? Como comentaba al principio, esos pilares son muy importantes para quienes les dan esa importancia, pero si tenemos en consideración otras muchas áreas de nuestra vida que nos resultan gratificantes, pondremos más pilares que nos den una mayor estabilidad para que, si como puede pasar, alguno cae, nos repongamos antes.

Las amistades, las aficiones, el deporte, la lectura, los estudios, el cuidado personal, los animales, el voluntariado… son ejemplos de elementos de nuestra vida, entre otros muchos, que merece la pena tratar como pilares, porque si te hacen sentir bien, es que lo son.

Créditos de la imagen: Cata on Unsplash