Qué consecuencias dejará en nuestro estado psicológico todo lo vivido?

La duración del confinamiento no ha sido como apretar el botón de pausa en nuestras vidas. En ocasiones lo hemos podido pensar, especialmente al principio, creyendo que cuando terminase todo sería igual que donde lo dejamos en marzo.

Con estas pequeñas salidas que ya podemos hacer, nos hemos dado cuenta de que no será así, por lo menos durante un tiempo, y cuando progresivamente vayamos reanudando nuestro día a día, seremos más conscientes del cambio a la nueva realidad.

La cuarentena nos ha dejado cosas positivas, hemos aprendido mucho sobre nosotros mismos y reestructurado nuestras prioridades, poniendo por delante a nuestros seres queridos sobre aquellas ocupaciones que no nos hacían valorar hasta qué punto los necesitamos. Pero no debemos dejar de lado el potencial impacto psicológico que puede acarrear a nivel individual y como sociedad, y su magnitud irá en función de muchas variables tanto personales como externas.

Como en muchos acontecimientos negativos personales o sociales, las secuelas psicológicas no siempre aparecen mientras estamos sumergidos en ellos. Esto tiene que ver con la capacidad de nuestra mente de mantenerse lo más estable posible para hacer frente a las dificultades para, posteriormente, procesar todo lo vivido. Es en este periodo de procesamiento donde puede surgir otro tipo de malestar más perjudicial del que se experimentó en la cuarentena. Por este motivo, desde la Psicología no bajamos la guardia y adelantamos información con el fin de que puedan detectarse los problemas a tiempo, cuando es más fácil y rápido darles solución.

Los posibles efectos adversos, derivados de esta situación y la incertidumbre que todavía nos acompaña, variarán en función de la edad y características personales, pudiendo ocasionar inseguridades, miedos, fobias, ansiedad, abuso/adicción a videojuegos y nuevas tecnologías, dificultades en las relaciones interpersonales, desesperanza, depresión, irritabilidad, quejas somáticas, falta de concentración y uno de los más asociados: estrés postraumático y complicaciones en el proceso de duelo. Muy atentos a los olvidos en mayores, la alteración del estado de ánimo puede provocar también este síntoma muy asociado a la demencia, pero con mejor pronóstico si es tratado a tiempo.

En nuestra disciplina diferenciamos entre variables de protección y de riesgo, con el fin de trabajar en terapia detectando, creando y potenciando las primeras y reduciendo o eliminando las segundas. Además, podemos convertir una debilidad en una fortaleza y, dado que no hay una única manera correcta de hacer las cosas, y lo que para una persona genera malestar, para otra no lo es, incluso puede ser algo beneficioso. Esto es algo tan personal como nuestra huella dactilar ya que, aunque haya factores similares en la mayoría de los seres humanos, la forma de sentir individualmente es única.

El ejemplo típico es la soledad, ya que hay quien la considera algo negativo y otros la valoran mucho. La forma de interpretar estas variables está en función de nuestra mochila y la “etiqueta” que le ponemos, y siempre estamos a tiempo de redefinirla y flexibilizarla. La soledad, puede sentirse negativa cuando se está deprimido, algo que hace que se enturbien nuestras gafas y nos haga percibir la vida y nuestras relaciones como algo en lo que no tenemos control.

Atender sin juzgar de forma crítica nuestras experiencias emocionales y necesidades, es una buena forma de sobrellevar la adaptación a esta nueva realidad y salir fortalecidos de ella, aumentando nuestra capacidad para hacer frente a las futuras dificultades que tengamos en la vida, ya sea relacionadas o no con este virus.

No darle la importancia que merece una emoción o frustrarnos con ella no facilita el poder integrar lo vivido y continuar sin ese peso añadido a nuestra espalda.

Conocer mis emociones y el papel que cumplen, los mensajes que transmiten, los momentos en los que se activan y cómo las interpreto potencia enormemente la capacidad personal de adaptación a cualquier tipo de cambio.

Estamos deseando que esta fase termine, pero no es la final, y tenemos que ser conscientes que todavía hay mucho trabajo por delante ya que pensar en que todo ha terminado puede frustrarnos y perjudicarnos a nivel psicológico, pues todavía nos queda camino para recuperar nuestra libertad de tocarnos, de caminar sin esquivarnos, de abrazarnos, de besarnos… en definitiva, de expresar nuestro afecto a través del contacto y no solo con palabras.

Créditos de la imagen: Kev Costello on Unsplash